lunes, 3 de julio de 2006

Derecho de admisión


El ínclito Joan de Segarra (J&S) dedicó su crónica de ayer en La Vanguardia a darnos su particular versión del caso Boadas. A nadie le extrañará que él pueda hablar de primera mano, pues a estas alturas todos sabemos que si algo pasa, allí estuvo J&S mucho antes que la Ser.
Pongo en antecedentes al lector, pues es posible que si no lee prensa catalana no sepa del caso, a pesar de la mucha literatura periodística que ha producido por aquí. La selecta coctelería Boadas, situada en plena Rambla barcelonesa, ha decidido prohibir la entrada a toda aquella persona (turista) ataviada con pantalón corto o camiseta sin mangas. La medida, como digo, ha sido en general muy aplaudida. J&S lo aplaude. Yo también. No veo ningún inconveniente en que un local privado discrimine a su clientela como mecanismo para diferenciarse, ya que será ese local el que asumirá los costos de su decisión y porque, al fin, siempre existirán otros locales encantados de recibir y saciar a esas turbas de turistas que, desde el fondo de las Ramblas, aparecen para asolar los lugares más preciados de la intelligenscia barcelonesa. Me parece altamente civilizado -es decir liberal- asumir que no siempre queramos estar rodeados de todos y aceptar que a lo más que podemos aspirar es a ser tolerados por aquellos a los cuales no gustamos. A pocos metros de Boadas, y como para demostrar que es en los territorios fronterizos donde mejor se visualizan las trincheras, está situado otro baluarte del buen gusto, el Cercle del Liceu. Aquí el derecho de admisión ya no es tan aplaudido, dado que en este caso los penalizados son los oriundos y, sobre todo, las oriundas, pues durante muchos años le estuvo prohibida la entrada a las mujeres. No se la opinión de J&S al respecto, pero a mí tampoco me parece mal que el derecho de admisión de una institución privada también discrimine entre sexos pues ¿quién no aprecia un espacio donde despotricar del sexo contrario, aunque sea un instante, antes de volver al lado del ser amado/a para siempre?
Sin embargo, si la medida de Boadas ha sido tan aplaudida se debe, en parte, porque viene a incidir en algo que comienza a ser habitual en la prensa barcelonesa: la demanda al ayuntamiento para que ponga coto al mal gusto de unos turistas que vendrían a transformar la imagen y la esencia de la ciudad; y en especial la de las Ramblas. Y en esto J&S está de acuerdo, pero yo no. Sencillamente porque el derecho de admisión no cabe aplicarse a las ciudades como a los ámbitos privados. Uno puede cambiar de local si no es bien acogido, pero no de ciudad. ¿Alguien se imagina a la policía interceptando al turista bajo el delito de “mal gusto”?, ¿Se dotará el ayuntamiento de una ordenanza donde se tipificará el “escándalo público” o se delimitará aquello que atenta contra la “esencia de la ciudad”? Gracias a Dios los que promueven estas medidas son gente civilizada y de momento centran sus ataques en los turistas y no en otros colectivos que también nos ayudan a vivir mejor a cambio de transformar la esencia de las ciudades, como pueden ser los inmigrantes. Imagino que a éstos se les otorga el beneficio de la autenticidad; cinema verité -seguramente tan admirado por J&S- frente a la hortera superproducción hollywoodiense que representan los turistas. Demandas que sueñan con convertir nuestra caótica, humana –aunque a veces demasiado humana- y por ello mediterránea Barcelona en una San Petersburgo cualquiera, en una monstruosidad fruto de la razón.Pero al fin la distinción es cuestión de clase. Y así, mientras en Boadas se lucha para que su privilegiada situación y una oferta poco discriminante no acabe por inundarlo de plebeyos, en el distinguido restaurante El Bulli de Ferra Adrià no existe problema alguno para que sus clientes llevan camiseta, chanclas o sombreros cordobeses. La excusa es la playa, pero no es eso. A 200 euros el cubierto no cabe dudas sobre la categoría del local ni de sus clientes, ni por tanto necesidad de reafirmarse limitando lo superfluo.
La aceptación de la excentricidad es un privilegio de la excelencia.