miércoles, 23 de mayo de 2012

Una modesta propuesta para salvar España

Las declaraciones de Esperanza Aguirre, abogando por celebrar el partido de la final de la Copa del Rey a puerta cerrada en previsión de ser utilizado por los nacionalistas como una demostración de censura a la figura del Jefe del Estado, ha levantado la habitual polémica que suele acompañar a esta mujer.
Las críticas han  ido de la postura bobalicona según la cual no se debe mezclar política y deporte -como si esa mezcla no fuera una de sus esencias- hasta aquella según la cual esa opción sería una censura a la libertad de expresión.
En España todo es política, y sentar el precedente de cancelar un partido por la posible expresión de desacuerdo con el modelo de estado acabaría hasta con la más modesta liga nacional de petanca, si la hubiera.
Por otro lado, me temo que el comportamiento reciente del Rey animaría a la bronca hasta a muchos de aquellos aficionados cuyos equipos llevan la corona en su escudo; bronca que, como todo se hereda, recibirá este viernes el Príncipe de manera vicaria. 
Creo que el partido se debe celebrar, creo que la afición debe rugir y que el Jefe del Estado debe estar presente y afrontar con dignidad lo que se tercie. 
Ahora bien, nada de esto tendría la menor repercusión si no se televisara para toda España y para medio mundo que, mucho me temo, podrá observar como los españoles se desprecian a sí mismos en la figura de sus instituciones. Tampoco faltarán perspicaces analistas que encontrarán paralelismos entre la grada española y la calle griega, tan transitadas y unívocas como antaño lo era la calle árabe
Al fin y al cabo, nada tiene de excepcional llenar un campo de fútbol con nacionalistas, independentistas, republicanos y cabreados que pasaran por allí. Lo que sí es excepcional es que la Televisión Pública del Estado sirva de caja de resonancia de aquellos que intentan debilitar a ese Estado. TVE, que tiene los derechos de retransmisión del partido, debería no emitir la señal hasta el comienzo del partido, malbaratando esa estrategia de desprestigio mediático. Esta es mi modesta propuesta para salvar España hasta la madrugada del sábado.
En ningún modo esto podría ser entendido como una censura a la libre expresión, pues se permitiría a los allí presentes expresar con total libertad al Rey su disconformidad con los recortes, el modelo de estado y la caza mayor. La libertad de expresión en un estado democrático no radica en la pluralidad interna de los medios, sino en la pluralidad de medios existentes en el conjunto del ecosistema de comunicación. Los medios del Estado deben ser, en la medida de lo posible, no partidistas, pero no pueden dejar de tomar partido por aquello que determina su existencia: el propio estado y, de igual manera que no se puede exigir a la Cope que investigue sobre los abusos sexuales de la Iglesia tampoco se le puede pedir a los medios estatales que trabajen en su propia disolución...siempre y cuando haya la suficiente libertad para que existan otros medios que sí lo puedan hacer.
El fútbol es, como decía Montalbán, una de los pocas cosas que vertebra a España. Una vez desaparecida la guerra como referente de la autenticidad humana es lo que nos queda para entender la realidad o, mejor aún, a veces la realidad se eleva hasta convertirse en una metáfora del fútbol.