viernes, 19 de agosto de 2011

Antisistemas funcionales



Recientemente, la cadena de televisión catalana realizó esta entrevista a Santiago Cirugeda, uno de los arquitectos alternativos que tenemos en España. Cirugeda es conocido como el arquitecto de los okupas (aunque él no se reconozca como tal) y construye, en los límites de la legalidad, sobreviviendas en los áticos, espacios habitacionales en los balcones o ubica recipientes reciclados en espacios urbanos como hábitat de entidades.

Su discurso es rupturista, quizás antisistema, pero existe un matiz interesante: su apuesta no es infringir las leyes urbanísticas, sino buscar sus debilidades y, a partir de ellas, cuestionarlas mediante una interpretación abierta y social. Para ello, el autor reconoce que una de sus rutinas como arquitecto consiste en analizar a fondo la copiosa legislación urbanística que nuestras autoridades han generado a lo largo de los años.

Imagino que se sorprendería mucho si alguien resaltara el favor que su activismo genera para la sociedad…desde posiciones liberales. Pero así es, y así debería reconocerlo cualquier liberal no dogmático (valga la redundancia). Cirugeda practica una sana revisión de las normas desde el respeto a su forma (en ningún caso plantea incumplirlas, sino reinterpretarlas) pero cuestionando su fondo y, haciendo uso de su libertad, purgarlas en favor de la innovación social.

Una visión auténticamente liberal de la sociedad no puede más que integrar a estos apocalípticos en el orden de las cosas, pues la innovación que mueve a las sociedades sólo es posible en un orden abierto de libertades donde los buscadores sean posibles, aunque el resultado de su búsqueda no sea siempre de nuestro agrado; como apuntaba Hayek, “nuestra fe en la libertad no descansa en los resultados previsibles en circunstancias especiales, sino en la certeza de que, a fin de cuentas, dejará libres para el bien más fuerzas que para el mal”.

El método utilizado también es crucial: cualquier innovador debe ser honesto en su lucha contra el orden establecido que quiere derrocar. Ser honesto significa asumir su lógica sin transgredirla, pero tampoco asumiéndola como inamovible, sino buscando generar el apoyo social suficiente para removerla. También no destruir sus virtudes como norma universal (cuando esas virtudes son reconocidas) sino pactar de manera particular sus excepciones entre los afectados, como hace Cirugeda cuando llega a acuerdos mutuamente satisfactorios entre los componentes de una comunidad de propietarios para instalar sobreviviendas en sus edificios. Una opción que genera complejidad, pero absolutamente congruente con el liberalismo, al otorgar preeminencia al contrato, al pacto entre terceros frente a la norma universal generada por una mayoría. Otra vez Hayek: “el acuerdo mayoritario sirve para mantener lo existente, no para crear nuevas soluciones sociales de las cuales puedan aprovecharse los demás”. Nada nuevo puede surgir de las mayorías, ontológicamente conservadoras –y es bueno que así sean-, sino del genio individual en un medio que permita su existencia y la difusión de sus ideas que sólo la libertad garantiza. La vanguardia no es fruto del conocimiento mesiánico, sino del ensayo y error de los inconformistas como Santiago Cirugeda.