Algo
suena extraño cuando escuchamos a
Pablo Iglesias decir
que
se deben
“democratizar”los toros
¿Se
referirá a la necesidad de bajar los precios de
las entradas para
que los desfavorecidos de la sociedad puedan asistir a las corridas?
No, todo lo contrario, se trata de que la mayoría + 1, determinen si
alguien, desfavorecido o no,
puede
ir a verlos. Si
asistir a las corridas de toros no es obligatorio, ¿Por qué
convertirlo en una disyuntiva para el conjunto de la sociedad? ¿Por
qué generar desde la política esa escasez artificial de la
diversidad humana?
Para
la tradición colectivista, a la que Pablo Iglesias pertenece, la
democracia no es solo un sistema mediante el cual dirimir la cuestión
de quién debe gobernar sin que la alternancia precise derramar
sangre, sino una oportunidad para que las mayorías puedan actuar sin
limitación en cualquiera de los ámbitos de la vida de las personas.
Sin norma superior que limite ese poder, basta conseguir la mitad más
una de las voluntades para imponer tu idea del bien al conjunto de la
sociedad, sea en el ámbito de la política como de la estética. Al
despotismo se le ha complicado llegar, pero a cambio se le ha
facilitado mantenerse: ya no se trata de convencer a un Líder
Supremo, sino a un +1 del montón. Tal es el prestigio de la palabra
democracia que se ha convertido en el más efectivo caballo de Troya
de la libertad. Ningún buen liberticida puede prescindir de ella,
sea para anatematizar como fundamentalistas
democráticos
a los incomprensivos con los propios, sea para adjetivar al régimen
tirano alemán que se confrontó al federal.
La
utilización liberticida de la palabra democracia tiene su correlato
en la manida frase de Kate
Millett: “todo lo personal es político”. Otra
muletilla
que suelen utilizar la gente de izquierdas, sean antitaurinos o no.
Su mención por parte de un político es analgésica para todos los
que sufren con su condición sexual o religiosa: la sociedad pronto
llegará al rescate y se
van a enterar
todos de lo que uno sufre en silencio. Pero lo que valora el
colectivista no es aliviar la soledad individual sino su reverso, la
oportunidad para que los políticos puedan ocupar todo lo personal,
decidiendo sobre las vidas y haciendas privadas, haciéndolas objeto
de debate público y convenciendo –sofistas-
a la mayoría para que limiten tu libertad individual.
En
esa ambición de determinar políticamente lo que está más allá de
la política está en el germen del totalitarismo. Es Goebbels
inaugurando una exposición
sobre el “arte degenerado” porque el régimen sabe interpretar lo
que el pueblo determina como estéticamente correcto. Es Stalin
convirtiendo al socialismo a la mismísima biología gracias a
Lysenko…o
es el poder político bienintencionado no permitiéndote ir a los
toros porque la mayoría + 1 se cree con legitimidad para decir lo
que puedes o no puedes hacer con tu dinero y tu tiempo.