sábado, 2 de diciembre de 2006

Daños Colaterales


El Ayuntamiento de Barcelona destierra la figura del caganer del pesebre municipal
El movimiento políticamente correcto se ha cobrado una nueva víctima en Barcelona. El Ayuntamiento ha decidido desterrar la figura del caganer del pesebre municipal por incívico y poco apropiado para los tiempos que corren. El caganer es un personaje que, desde tiempos inmemoriales (es decir, que desconozco completamente su origen) defeca en mitad de los belenes catalanes perpetuando en su acción la rica tradición escatológica de un pueblo que Pla definía como el más democrático del mundo y, en consecuencia, un pueblo “donde todos son iguales; inmensamente rico… y grosero”.
Su sentencia se firmó en el pasado verano, cuando los medios de comunicación locales pusieron en el centro de la agenda política lo guarra que estaba la ciudad. Que la ciudad estaba sucia era, al parecer, algo evidente, pero fue la intervención en el debate de algunos intelectuales muy cercanos al poder municipal lo determinó la necesidad de barrer más a fondo. Éstos que, por una vez, habían accedido en sus artículos a bajar a nivel de la calle se encontraron con la desagradable sorpresa de que estaba hecha una mierda.
Desconozco si la ciudad está más limpia, lo que sí es cierto es que aprobaremos una ordenanza de gente “de orden” y que el caganer (sin duda el más limpio de los incívicos) será desterrado como mínimo hasta que nuestros intelectuales del civismo se eleven de nuevo en sus intereses. Como siempre en Catalunya, nos dedicaremos a sublimarnos en el debate simbólico, mucho más maleable y agradecido que la testaruda realidad.
¿Qué hacer? Ante la duda, sincretismo. El sincretismo que muestra el ciudadano Joaquín Giménez en su carta publicada recientemente en La Vanguardia: “ante la reciente polémica sobre si el ayuntamiento pone o no pone el caganer en su belén navideño, se me ocurre una solución que creo que sería del agrado de todos. Se trata de que coloquen al personaje y a su lado la figura de un Mosso d’Esquadra que, bolígrafo y talonario en ristre, denuncie al infractor. Se alcanzarían así tres objetivos: respetar la tradición, cumplir la ordenanza municipal y potenciar a una fuerza pública de reciente implantación, mostrándola en una de sus más importantes quehaceres: hacer respetar la ley”.
Y así los ciudadanos, que como los niños sólo aprenden por mimetismo, conocerán el Bien y el Mal; y ante su sólo conocimiento necesariamente escogerán el camino del Bien. Al menos entre los que hayan leído a Platón en su bachillerato pre-Logse.