martes, 7 de diciembre de 2004

Sombras Chinescas


A propósito de una exposición sobre la Revolución Cultural

Pocas cosas mejores podemos hacer esta mañana de domingo que subir a Montjuïc para ver la exposición que CaixaForum dedica al fotógrafo chino Li Zhensheng, cronista de la Gran Revolución Cultural Proletaria de Mao Tse-tung. Aquí van cuatro anotaciones a modo de pie de foto:
“Conmemoración en el río Songhua del primer aniversario del día que Mao Tse-tung nadó en el Lang-Tsé para demostrar su vigor” 16 de julio de 1967.
Paradojas de las ideologías anti-indivualistas: la liquidación de la libertad de millones de individuos se compensa fomentando un desaforado culto al Líder como individuo supremo. Bajo toda ideología igualitarista se oculta una vulgar maniobra para limitar la competencia.
****
“Campesinos de la Brigada de Producción de Nancheng denuncian a Zhang Diange, un campesino rico, en una concentración de lucha contra los enemigos” 25 de marzo de 1965.
La humillación de la persona (en singular) como espectáculo de masas. El sacrificio del hombre viejo, real y alienado, para favorecer el advenimiento del Hombre Nuevo Socialista. Alienación, ¿se ha inventado un concepto más perverso? Ellos saben perfectamente lo que nos beneficia, aquello que queremos, aunque no lo sepamos. La coartada de todo totalitarismo es nuestro bien auténtico.
****
“Quema de libretas bancarias y valores durante una concentración celebrada por los rebeldes para fomentar la eliminación de los capitalistas por el proletariado” 19 de septiembre de 1966.
La celebración de la barbarie: libretas bancarias quemadas como libros, aunque lo segundo haya generado una histórica repugnancia y lo primero no. Como apuntó Ludwing Von Mises, la gran lucha del Siglo XX no fue efecto de la tensión entre comunismo y fascismo, sino entre el estatalismo y el liberalismo capitalista. Entre las ideologías que luchan por utilizar el poder coercitivo del estado a favor de su Idea de Bien y aquellos que entienden que la búsqueda de esa Idea es algo que sólo al individuo le incumbe. Frente a ese enemigo, fascismo y comunismo siempre hicieron frente común.
****
“Dos semanas después de llegar al poder en el municipio de Harbin, los rebeldes y el Ejército Popular de Liberación continúan desfilando por la calle Nan Ji” 16 de febrero de 1967.
Algunas de estas fotos que ayer eran propaganda de un mundo mejor son ahora la mejor denuncia de los estragos del totalitarismo. Favor que le debemos al paso del tiempo y a miles de muertos. No es muy reconfortante: ¿seremos capaces alguna vez de detectar los nuevos peligros para la libertad en tiempo real?

lunes, 8 de noviembre de 2004

Vicios privados, costes públicos

Presentada la nueva campaña antitabaquismo de la UE
De vuelta a mi exposición a los medios de comunicación no pude dejar de no ver las imágenes que acompañarán la nueva campaña contra el consumo de tabaco que promueve la Unión Europea. Se trata de imágenes impactantes, continuación de los siniestros mensajes que últimamente llevan incorporados las cajetillas y que, si bien está por descubrir su eficacia a la hora de disminuir el consumo, lo que es seguro es que ha servido para disparar el mercado de accesorios con la venta masiva de portapaquetes (o como se llamen) de cuero o piel para engañar a los ojos que no ven y a los pulmones que fuman.
No es malo que nuestra segunda reacción –después de la repulsión- sea la de cierta prevención contra el paternalismo de la administración, siempre en vela por defendernos, no ya de agresiones de terceros como sería de esperar, sino especialmente de las consecuencias que sobre nosotros mismos tienen nuestros actos. Nuestros gobernantes, como servidores de la voluntad popular que son, cargan con nuestras culpas y así les vemos, compungidos, dar cuenta de muertos en carretera, cánceres de pulmón y otras desgracias, como si estuviera en su mano poner remedio a esos males, la mayoría de los cuales se deben a conductas individuales y no a su mayor o menor celo burocrático. En palabras de Hayek, ese comportamiento revelaría la concepción organizativa que gobernados y gobernantes tenemos de la sociedad. Sólo de esa manera se entiende que pidamos a nuestros representantes cuentas de su gestión respecto a nuestras conductas. Es la consecuencia lógica de un estado de bienestar que tiende a derivar en un estado de irresponsabilidad de las personas respecto a sí mismas. Creamos inocentes engreídos, muy celosos de sus libertades, pero que no están dispuestos a asumir las consecuencias del uso que de su libertad realizan, sobre todo cuando pueden cargarlas a los otros, embozados bajo el nombre genérico de sociedad. No es extraño pues, que como inocentes demandemos engreídamente a las empresas tabacaleras cuyo principal pecado ha sido servirnos eficazmente como fumadores o que los émulos de Valentino Rossi en nuestras carreteras hagan responsables de sus accidentes a todos, menos a su propia conducta temeraria. ¡Un poco de vergüenza torera, por favor!
Así se va alimentando cierto círculo perverso, en el cual las personas delegan responsabilidad en favor del estado y éste, a su vez, se ve legitimado no sólo para fomentar conductas que se definen como sanas –cosa legítima-, sino también para prohibir o sancionar otras; siempre, eso sí, por nuestro bien. “Protejo, luego obligo” -en la ajustada fórmula de Carl Schmitt- es la coartada de la que se sirve el estado para inmiscuirse en nuestra vida privada y en aquellos usos y costumbres que sólo a nosotros nos deberían concernir. Negarle esa capacidad al estado no es hacer un canto a la vida peligrosa –lo cual no deja de ser el reverso justificador del bienintencionismo institucional- sino reivindicar el papel único de la persona a la hora de actuar en todo aquello que tiene que ver con su salud y bienestar sin que intervenga la coacción legal. Una coacción que suele comenzar por la estigmatización de las conductas para acabar con su sanción –mediante impuestos o ley- en una cadencia que, como ha demostrado la historia de los prohibicionismos, genera más inconvenientes que los que se intentaban solventar.
¿Qué acaba por cerrar ese círculo perverso? No se trata únicamente de una cuestión de irresponsabilidad sino también de cálculo económico. Debemos alegrarnos de que la sociedad acepte cada vez más el principio liberal de que cada uno es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera, mientras no genere una intromisión en la libertad de los demás. Así al menos pasa con muchos de los que históricamente se han considerado como vicios privados. Sin embargo, queda pendiente definir el papel del estado cuando los comportamientos de las personas generan costes que se deben cubrir colectivamente mediante, por ejemplo, el sistema sanitario. Mientras no seamos capaces de internalizar los costes que generan nuestros vicios privados la coartada del estado para entrometerse en nuestros asuntos será sólida, y nuestra libertad condicional.

lunes, 1 de noviembre de 2004

La intelligentsia de plomo


Francia abre la vía a la entrega de antiguos terroristas italianos
Después de unas semanas de vacaciones post-tales he vuelto a mi habitual lectura de los diarios a la búsqueda de estímulos suficientemente sugestivos para poner en marcha mi mente tristemente reactiva. Huyendo de la extraordinaria cobertura de las elecciones americanas encuentro esta noticia en La Vanguardia, según la cual el gobierno francés ha decidido extraditar a Cesare Battisti, condenado a cadena perpetua en Italia por los asesinatos cometidos como militante del grupo Proletarios Armados por el Comunismo, en los llamados "años de plomo". La extradición de Battisti, refugiado en Francia desde 1990 y autor de novelas policíacas, ha movilizado en su contra a importantes sectores políticos e intelectuales de la izquierda francesa que han visto en la actuación de un gobierno democrático (que actúa a instancias de otro gobierno democrático) un ataque a la clase intelectual. Una reacción que no es nueva en Francia, un país que gracias a la doctrina Mitterrand se convirtió en santuario de los activistas del terrorismo italiano.
Como voy algo justo de fuerzas y como siempre es justo callar cuando los maestros han hablado más y mejor sobre un tema, me permito fusilar/homenajear a el maestro Jean-François Revel, el cual en su ya clásico "El conocimiento inútil" desnuda la arbitrariedad que cierta clase intelectual destila cuando se le plantea la asunción de sus responsabilidades sociales. Explica Revel:
el terrorismo, por otra parte, se convierte, a sus ojos, en altamente bienhechor cuando es un intelectual quien toma la iniciativa del mismo, elabora su teoría e incita a los demás. Esto pudo comprobarse cuando […] la comunidad científica francesa protestó contra la detención, en 1987, de un biólogo italiano, el doctor Gianfranco Pancino, presunto antiguo dirigente del movimiento terrorista Autonomía Obrera. Perseguido, bajo diversos cargos, con 42 órdenes de detención emitidas por las autoridades judiciales italianas, de 1980 a 1983, Pancino, había huido a Francia en 1982. 317 hombres de ciencia y médicos firmaron una petición para que fuera devuelto “a sus actividades científicas”. “Había empezado una nueva vida en Francia –explica uno de sus colegas- y este encarcelamiento injustificado rompe, al mismo tiempo, su vida personal y su vida intelectual. Nosotros no nos pronunciamos sobre el fondo del asunto, pero deseamos que sea liberado y pueda volver a trabajar aquí. Es preciso que sea liberado”.
Respecto a este caso Revel reflexiona del siguiente modo: “Observemos que los defensores de Pancino declaran que no se pronuncian sobre el fondo del asunto. Esto equivale a plantear el principio de que incluso si es culpable, hipótesis que prudentemente no descartan, Pancino no debe comparecer ante la justicia de su país. Cuando se trata de un intelectual, por consiguiente, la cuestión de la culpabilidad o la inocencia no debe ser planteada. Sea lo que fuera lo que haya hecho el intelectual no puede ser obligado a comparecer ante un tribunal, ni siquiera para ser absuelto.[…] Yo no sé si los intelectuales se dan cuenta del daño que se hacen a sí mismo al formular tales pretensiones. ¿Qué crédito moral les queda para luchar a favor de los derechos del hombre y gritar contra el fascismo en todas las esquinas, cuando reclaman tranquilamente, por otra parte, a favor suyo […]el derecho al asesinato, o a la incitación al asesinato para un biólogo? Derechos que, afortunadamente, no tienen ni siquiera los elegidos del pueblo, a los que se retira, en ese caso, la inmunidad parlamentaria. Yo también deploro que un investigador de valía se encuentre en la cárcel. Pero aún deploro más la razón por la cual está en ella. Porque no está encarcelado por investigador ni por ninguna obtusa burocracia policial. Es sospechoso de haber participado en una violenta trama contra la democracia y, en su condición de hombre de pensamiento y de reflexión, no ha adoptado esa opción por ignorancia o candidez. Por el contrario, es uno de los que ha influido en los ignorantes y los cándidos. A menos de modificar el código penal autorizando a los intelectuales en general a practicar o recomendar el asesinato, parece inicuo reservar únicamente a los trabajadores manuales las penas previstas para los atentados terroristas.”

sábado, 9 de octubre de 2004

Se acabó la fiesta o de la política de los toros en Catalunya

Tarde de toros en Barcelona. Los que hace unas semanas se acercaban a la plaza Monumental de Barcelona lo hacían con un discreto sentido de afirmación colectiva, si no de tímida desobediencia civil, tras la proclamación de ciudad antitaurina por parte de nuestras autoridades municipales. Transformar en sospechosos a las pacíficas personas que llegaban a la plaza es una de las sorpresas a las que nos podemos ver sometidos los ciudadanos gracias a la vigilancia constante de las autoridades por nuestro bien, el cual nos obstinamos en ignorar. Fruto de la mejora de nuestras condiciones de vida, nuestros representantes pueden ampliar sus ámbitos de actuación a la hora de protegernos de nosotros mismos, de manera que también se alcance a reglamentar aquello que nos debe gustar hacer en nuestro tiempo libre. Y esta claro que a las autoridades no les gusta que vayamos a la Monumental.
Hace seis meses el Ayuntamiento de Barcelona, con el voto favorable de IC, ERC i CiU y de algunos concejales del PSC, aprobó una declaración de ciudad antitaurina propuesta por las asociaciones protectoras de animales. Se trata de un acto sin consecuencias legales pero que ha servido para que la Generalitat de Catalunya -que sí es competente para legislar- haya propuesto una comisión para tratar el futuro de los toros en la comunidad autónoma. Un futuro que, a juzgar por la experiencia de la ley de protección de los animales aprobada en 2003, puede ser bastante oscuro. En esta ley, realizada a espaldas de las entidades taurinas, se prohíbe la entrada a las plazas de los menores de 14 años, seguramente con el propósito de evitar la exposición a una violencia que podría generar otras, en la enésima reedición de un argumento profusamente utilizado con los medios de comunicación y que nunca se ha comprobado, pero que permite a los legisladores emular al Platón de La República y definir una pedagogía de estado para nuestros niños, libres al fin de la negativa influencia de poetas y toreros. Dado que los toros en Barcelona subsisten en gran medida gracias al turismo, esta ley puede suponer un golpe mortal a la pervivencia de las plazas catalanas y una fuente constante de acoso por parte de las autoridades locales, como se ha podido comprobar este verano con la amenaza de cierre de la plaza de Tarragona por la presencia de menores en una corrida. Conviene aclarar a los lectores que los niños estaban en la plaza en calidad de espectadores y no para ser lidiados, ya que la virulencia con la cual se aplicó el ayuntamiento en este tema podría haber creado algún equívoco.
Es por ello que los toros han vuelto a llenar páginas y páginas de los diarios catalanes con infinidad de artículos justificando la actuación de las autoridades y unos pocos que a lo sumo practicaban con la fiesta lo que lo que podríamos definir como negligencia benigna. Es curioso que en el argumentario de unos y otros casi no aparezca lo que me parece esencial: la libertad de las personas a dedicar su tiempo libre a aquello que más le apetezca sin que los políticos intervengan, siempre y cuando no se coarte la libertad de terceros e independientemente de la opinión que sobre ello tengan los demás. La utilización del poder político para coartar esa libertad en el ámbito de lo cultural es, quizás, una manifestación menor de autoritarismo, pero no menos irritante.
Los argumentos de los anti-taurinos suelen basarse en tres ideas: los derechos de los animales, el origen foráneo –no catalán- de la fiesta y la existencia de una opinión pública mayoritariamente en contra. Respecto a la existencia de unos supuestos derechos de los animales -esos terceros cuyos daños justificarían su prohibición- ya se ha repetido convenientemente que los animales, al no ser sujetos de obligaciones tampoco lo pueden ser de derechos. Es cierto que el final natural de una corrida es la muerte de un animal, pero una muerte que mientras seamos una sociedad carnívora no debería producirnos mayores conflictos morales para los que, como yo, somos incapaces de matar para alimentarnos, pero que agradecemos enormemente que otras personas menos escrupulosas lo hagan por nosotros para poder gozar de un delicioso bistec a la plancha. Se podría objetar que lo criticable no es la muerte, sino el hecho de divertirse con el sufrimiento del animal, pero estaríamos entonces en el ámbito de lo estético más que lo moral, no susceptible, pues, de sanción. Subyacería aquí la idea de compasión con el dolor ajeno, un sentimiento que dignifica a las personas que lo practican, pero que no hace más digno al animal que es objeto del mismo. Lo que no se puede negar es que la de los toros es una tradición violenta y es muy comprensible que a muchos le repugne según los signos de un tiempo que ha hecho de la vida un valor absoluto. Pero no es menos cierto que se trata de una violencia mediatizada por la cultura y una tradición que, si bien no lo justifica todo, sí que permite gozar estéticamente de la crueldad civilizada con la seguridad de estar ante personas perfectamente pacíficas y sensibles en su vida cotidiana.
Existe otro argumento que no suele explicitarse porque no es políticamente correcto en nuestras sociedades multiculturales, pero que está latente en la intención de muchos. Es el propio del esencialismo cultural según el cual se trata de una tradición ajena a la cultura catalana –es decir, sancionable- y propia del españolismo más rancio, a pesar de la muy documentada tradición taurina de Catalunya. Como respuesta la plaza barcelonesa ha llevado a cabo una profunda normalización, rotulando en catalán y reduciendo la presencia de símbolos de España a la inevitable tienda de recuerdos para turistas, con todas las versiones imaginables del toro de Osborne. Pero imaginemos que sí, que fuera una fiesta españolista, una fiesta ajena a las tradiciones catalanas. ¿Sería éste un motivo para prohibirla? ¿Debería prohibirse otras manifestaciones culturales con un arraigo claramente menor, como el hip-hop, el jazz o el polo? Se hace cada vez más necesario reivindicar la idea de tolerancia, no como ahora se define, es decir como negación de las diferencias y que lo convierte en un concepto banal, sino como el reconocimiento de la necesidad de convivir con lo que no nos gusta –sobre todo con lo que no nos gusta- y de diferenciar entre aquello que no compartimos y aquello que se debe prohibir.
Finalmente el argumento de autoridad de la cantidad. Tanta gente no puede equivocarse, dicen los partidarios de la dictadura de las mayorías; pero hace mucho que la opinión de la mayoría dejó de ser sinónimo de voluntad general. Así se incentivan las carreras de recogida de firmas, como si las doscientas cuarenta mil que acompañaban a la demanda de declaración antitaurina presentada ante el Ayuntamiento por las protectoras de animales valieran más que la libertad a utilizar su tiempo como quiera de uno, dos o tres individuos que pagan por ver una corrida de toros -uno de los espectáculos, por cierto, menos subvencionados. La actual situación de los aficionados en Cataluña reedita la histórica lucha entre dos concepciones de la democracia, aquella en la cual la opinión de la mayoría puede imponerse sobre la minoría con la ayuda del poder coercitivo del estado y aquella otra concepción que hace hincapié sobre la necesidad de limitar el poder y las parcelas en las cuales el estado debe interferir, en favor de la libertad y los derechos de las minorías.
Es pues la libertad –si se quiere en minúscula, pero libertad al fin- lo que está en juego una vez más. Esta vez en una plaza de toros repleta de turistas, anacrónica fiesta de la hipérbole, donde todo es “fantástico” o “fabuloso” -incluso la alopecia de Rafael Gómez “el divino calvo”- ydonde todavía triunfan el tergal y los relojes digitales en unos aficionados entrados en años y que seguirán asistiendo los domingos a los toros si su cuerpo, los tiempos y la autoridad competente dan su permiso.

lunes, 4 de octubre de 2004

Baja cultura; alta política


Éxito de Operación Triunfo en el mundo árabe
En un artículo publicado recientemente en la Vanguardia, David Barba explicaba el éxito de la versión árabe de Operación Triunfo. “Star Academy” ha conseguido records de audiencia en países como Argelia, Sudán o Siria con shares de hasta un 98% en la final del concurso. Como no podía ser de otra manera, los fundamentalistas han puesto el grito en su cielo ante la presencia de doce jóvenes de ambos sexos conviviendo juntos y -ya se sabe- sudando, aunque sea con la Noble Excusa de la Superación Personal. Según nos informan, los críticos sentenciaron que el programa: “incita al pecado y es fuente de desgracias para la juventud”. Dejando de lado la excitación que siempre me provoca toda alusión a la idea de pecado -un placer que nunca conoceremos los que hemos sido educados por la democracia y el catolicismo light, y tan justamente aborrecida por los que la han padecido-, la frase revela la capacidad casi infalible de los dogmáticos para detectar al verdadero enemigo. Y es que, como plantea el periodista, su éxito puede ser una batalla ganada en la democratización de las costumbres en los países árabes, es decir- y esto lo digo yo- en su occidentalización.
Ahora que vivimos la resaca de la democratización por vía acción directa en Irak no está de más recordar el poder de la seducción, quizás la mejor arma de las sociedades libres frente al fundamentalismo religioso. Para desgracia de los intelectuales, a menudo el objeto de seducción no está en las grandes ideas sino, paradójicamente, disfrazado en los productos diseñados por unos publicistas que cuando actúan en libertad –la gran idea por antonomasia- saben conectar con aquello que la gente quiere y que suele ser más universal de lo que los entusiastas de las diferencias culturales nos venden. Esa es la virtud política que se esconde en lo que desdeñosamente se llamaba cultura de masas y que por utilizar los mecanismos del mercado permite una mejor comprensión de la sociedad que cualquier manual de sociología. Contrariamente a lo que opinan los defensores de la “excepción cultural”, la libertad en este ámbito es tan importante como en cualquier otro, y lo es porque para avanzar socialmente necesitamos re-conocernos en lo que somos y no tanto en lo que nos gustaría ser, aunque los resultados de esa libertad sea la telebasura. La existencia de ésta no deja de ser muchas veces sinónimo de libertad –sobre todo donde van justos de ella-, como lo era la presencia de un McDonals en una ciudad en tiempos de la Guerra Fría o la constante emisión de música clásica en las emisoras soviéticas era sinónimo de todo lo contrario. Algo que ya saben muy bien las personas que viven en países sometidos a regímenes fundamentalistas, gracias a los cuales la telebasura se ha convertido en un arma cargada de futuro.
Allí, como aquí, la televisión no deja de ser una magnífica metáfora de cómo la sociedad sigue su propio ritmo a pesar de los esfuerzos por ahogarla de legisladores y planificadores peor o mejor intencionados –éstos suelen ser los más peligrosos- en una lección de modestia que todos deberían aprender estando, como están, sujetos a la fatal arrogancia de creerse capaces de cambiar la sociedad a base de decreto. El éxito de Operación Triunfo podría ser un paso más - modesto pero real- de cara a la democratización del mundo árabe, ya que toda reforma perdurable sólo puede surgir de aquello que la sociedad ya ha conquistado previamente. Al fin y al cabo, y volviendo a nuestro país, si el gobierno de Zapatero puede aprobar una legislación que equipara los matrimonios entre homosexuales a los de toda la vida, lo será porque la sociedad ya lo ha aceptado; o sea, porque entre otras cosas una pareja de gays ganó el concurso La casa de tu Vida por votación popular. Si cuarenta años de educación franquista no han evitado que los españoles le pongamos piso a una pareja de homosexuales, ¡por qué no tener las mayores esperanzas en lo que puedan conseguir nuestros esforzados chicos de Operación Triunfo en tierras musulmanas!

lunes, 20 de septiembre de 2004

La decadencia de la paradoja

La paradoja precisa de imaginación e inteligencia, virtudes éstas que cultivó como pocos ese maestro en este difícil arte que era G.K. Chesterton cuando ponía a su padre Brown a solucionar complejas historias de misterio. En política la cosa no suele tener resultados tan elevados, sobre todo cuando la practica Imma Mayol -concejal de Iniciativa per Catalunya en el Ayuntamiento de Barcelona-, aunque no por ello se desvía ni un instante de la primera acepción que el diccionario reserva a la definición de paradoja: “idea extraña u opuesta a la común opinión y el sentir de los hombres”.
Leo en el periódico que la concejal está a favor de implantar una ecotasa en la ciudad de Barcelona, una medida que según común opinión se plantea para aquellas poblaciones que en verano aumentan su población de manera exponencial, lo que dificulta la gestión de los servicios. Yo diría que no es este el caso de Barcelona, pero sin duda debo estar equivocado.
También me entero que, paradójicamente, son los hoteleros los que deben estar deseosos de aplicarla, ya que Imma, en una muestra de prudencia política, “se mostró partidaria de imponer la tasa siempre y cuando la decisión la tome el gobierno local y no el sector hotelero”. ¡Qué se habrán creído!. Por mucho que los profesionales del sector quieran pagar impuestos, empobrecer a su clientela o simplemente, que dejen de venir esos molestos turistas que son la razón de ser de sus negocios será “el Consell de la Ciutat i el Consell de Medi Ambient” –entes con mucho más discernimiento- quienes decidan.
Pasó también aquel sentir de los hombres según el cual era positivo atraer al turismo como fuente de riqueza. Ahora, paradójicamente, esto ya no es así, sino que Mayol nos alerta de que bajo la inofensiva e incluso ridícula apariencia del turista medio se esconde un auténtico “consumidor de la ciudad”, un bien escaso como los espaguetis italianos que venían a comerse a aquél país los turistas alemanes, según denunció el justamente célebre ministro de turismo de Berlusconi. Pero podemos estar tranquilos, porque nuestro gobierno progresista aparcará por un momento el arte de la paradoja y, lógicamente, aplicará la nueva tasa con el antídoto de la progresividad, y así: “sería lógico gravar las pernoctaciones y, por tanto, abonar una cantidad determinada, vinculada al consumo que el turista hace de la ciudad, en función de los días de estancia”. De esta manera, serán los turistas de mayor calidad, aquellos que pernoctan más de una noche en nuestra ciudad, los que peor parados saldrán. Bien hecho, ¡con lo simpáticos que son los mochileros que sólo nos consumen bocatas y Coca-Colas!
Pero cuando el discurso comenzaba a mostrarnos su lógica interna incuestionable; cuando ya comenzábamos a ver el final de la ocupación veraniega de las hordas del norte gracias al ardid fiscal, nuestra querida concejal nos reta a una última y suprema paradoja al afirmar que lo recaudado por la ecotasa “debería destinarse a la limpieza de las playas y la promoción turística”. Así, ¿dedicaremos el dinero que les saquemos a los pocos que vengan a promocionar la llegada de nuevos bárbaros para que se nos coman la ciudad a cachos y a los cuales seguiremos sacando más dinero hasta que dejen de venir? Paradójico.

jueves, 16 de septiembre de 2004

El escritor y sus circunstancias

Mario Vargas Llosa en Barcelona

Ayer, dentro de la programación de Kosmopolis 2004 -el festival de la literatura que se está celebrando estos días en Barcelona- Mario Vargas Llosa habló de las nuevas guerras del siglo XXI. Me permitiréis que no hable del contenido, sino de la significación que para mí tiene el autor.
Asistir a una conferencia de Vargas Llosa es una de las terapias contra la abulia intelectual más estimulantes que yo conozca. No sólo por sus reflexiones y la pasión que pone al defenderlas, sino también porque tenemos la garantía de asistir a un debate vivo de ideas, algo impagable en nuestro adocenado ambiente intelectual. Estamos ante un escritor polémico, que nunca deja indiferente y que genera controversias de dimensiones casi futbolísticas, con la diferencia de que Vargas Llosa nunca tiene la seguridad de jugar en casa; el público que asiste a intervenciones como la de ayer se divide a partes iguales entre admiradores entregados y críticos irreductibles. A pesar de ello da la impresión de sentirse cómodo en los ambientes cargados. No en vano lleva más de 30 años a contracorriente del pensamiento único (es decir, el anti-liberalismo) en el cual la comunidad intelectual europea y latinoamericana vive instalada de manera permanente. Basta con echar una ojeada a las secciones de política de nuestras librerías, donde los libros contra la globalización –a menudo simples panfletos- llenan las estanterías en competencia con, por ejemplo, la reedición en castellano de las obras completas de Toni Negri –por cierto, impagable la contraportada, donde se afirma que el pensador estuvo encarcelado…¡por sus actividades políticas!- o bien leer los artículos de opinión de nuestros periódicos, ya que no hay articulista que no crea necesario acabarlos con una heroica proclama contra el capitalismo salvaje o los excesos del mercado.

Dadas las circunstancias, el momento más esperado por todos era el turno de preguntas, al cual se llegó con una tensión en el ambiente que, como dicen los clásicos, se podría cortar con un cuchillo. Y efectivamente, las tres personas del público que intervinieron con el permiso del moderador –en esta ocasión un muy correcto Josep Ramoneda- llevaban el cuchillo en la boca. Fueron críticas muy duras, algunas bastante injustas, pero que nos permitieron observar a un Vargas Llosa brillante, que se supera ante el castigo mostrando su mejor cara de polemista, ágil y apasionado en su defensa de la libertad frente a todo tipo de colectivismo. Aunque no dejó de ser triste comprobar la necesidad, una vez más, de explicar que Estados Unidos es una democracia, algo que debería ser obvio a estas alturas si el anti-americanismo reinante –cuyo crecimiento es uno de los daños colaterales más preocupantes del conflicto de Irak- no obligara a recordarlo cada instante desde hace ya unas cuantas décadas.
Voy acabando con esta crónica sesgada, pero antes debo reconocer que siento profundamente que ninguna de las personas que admiramos a este intelectual tuviéramos el valor de pedir la palabra. Aprovecho estas líneas para decir lo que me gustaría haber dicho ayer: que somos muchos los que le agradecemos su valentía intelectual -quizás la virtud primordial del pensador y la menos común en la mayoría de ellos-; valentía y coraje para romper con la propia tribu por la defensa de las convicciones, sin nada que ganar y mucho que perder (¿quizás el premio Nobel?) en unos años en los cuales todo escritor que no fuera un azote para Occidente pasaba a ser un proscrito, un expulsado del paraíso de la gauche divine. Un ejercicio que debió ser desgarrador como bien sabemos quienes, de manera más modesta, también transitamos el camino que va del socialismo al liberalismo bajo la mirada admonitoria de amigos y compañeros que ahora lo son menos. Soberbia paradoja; el mismo día que este “escritor de derechas” defendía el compromiso del intelectual para con la sociedad con una pasión casi sartriana, escritores estelares del progresismo proclamaban en el Forum de Barcelona -al cual sorprendentemente Vargas Llosa no ha sido invitado, ¡y mira que ha habido diálogos para ello!– que la literatura de compromiso está obsoleta y es anacrónica, a pesar de lo cual alguno de ellos no duda en poner su pluma al servicio de regímenes impresentables.
Gracias, Vargas Llosa por recordarnos la dignidad del intelectual, incluso cuando muchos de ellos se esfuerzan en olvidarla.

miércoles, 8 de septiembre de 2004

Noche de ronda

Según leo en La Vanguardia, la consellera más rumbosa del tripartito catalán decidió irse de ronda por varios locales nocturnos del principado para conocer de primera mano cual es la situación de las trabajadoras del sexo. Todo parece indicar que estamos ante una más de las iniciativas de la señora Tura, que se está especializando en abrir frentes de fuerte impacto mediático para después dar marcha atrás, lanzada a un ejercicio de “globo-sondismo” sin paracaídas que amenaza con socavar su credibilidad política.
Habrá que reconocer que su preocupación por el ejercicio de la profesión más antigua del mundo no es nueva. Este verano, en los sobrios momentos que le permitía su persecución al “turismo de borrachera” en las costas catalanas, ya apuntó que una de sus prioridades sería “presionar” a los clientes de las mujeres que ejercen la prostitución en las carreteras gerundenses y a fe que su última incursión en los locales nocturnos ha debido rebajar la lívido de más de uno (¿quizás de algún colega?), que nunca esperaría compartir con tan ilustre persona (y un séquito de guardaespaldas, supongo) sus momentos más golfos.
Anécdotas aparte, no estaría de más dar a conocer, cuando se emprende una cruzada de este tipo, cual es el objetivo final que se plantea el poder político que la lleva a cabo, pues debemos entender que la Consellera no se limitaba a realizar un frívolo desplante chulesco –si se me permite tal expresión en este contexto- de cara a la galería, sino que quería hacernos llegar un mensaje. De lo contrario podría haber realizado la misma visita sin publicidad y con garantía de anonimato, dada la proverbial discreción que se le supone a los negocios de esta naturaleza.
¿Cual es el mensaje que se nos quiere hacer llegar? Si tal existiera sería muy oportuno publicitarlo...especialmente si ya se conoce las medidas que se quieren poner en marcha para solucionar aquello que se percibe como un problema.
¿Será la preocupación por la situación de trabajo semi-esclavo que sufren muchas mujeres extranjeras a manos de las mafias internacionales? Bien está que nuestras autoridades se preocupen por su situación, pero dudo que la administración pueda hacer algo al respecto mientras rijan los actuales criterios de extranjería en Europa que imposibilitan la entrada normalizada de todas aquellas personas que quieren llegar a nuestro país. Así que deberemos seguir buscado un buen motivo...
¿Promoción de una prostitución “dentro de un orden” frente a la competencia desleal de sector, digamos “informal” –que lo formal siempre es relativo en todos los campos? Según nos informan, algunos de los propietarios recibieron positivamente la visita –excepto, me imagino, aquel que en un gesto nada elegante fue arrestado por la policía al día siguiente- por la posibilidad de mostrar unas condiciones laborales más que dignas. Sin embargo, la normalización del sector choca con la percepción de muchas de las posibles beneficiarias que, en el colmo de la desfachatez, se niegan a alimentar al estado, vía impuestos, con el producto de sus sudores mientras que las contraprestaciones no estén claramente definidas - ¿Además de putas, liberales?
Aunque siguiendo la misma pista, no se puede descartar que la razón última sea la de hacer aflorar un mercado negro millonario y encontrar así novedosas vías de financiación pública. Dada la reticencia que muestran nuestros amigos de Madrid a la hora de hacerse cargo del déficit sanitario ¿serán las meretrices la última esperanza para el estado de bienestar catalán?

lunes, 6 de septiembre de 2004

A disputa del voto inmigrante


En su ardua tarea de arreglar el mundo, el Forum se dedicó a lo largo de esta semana a hablar de inmigración. El Congreso Mundial de Migraciones permitió constatar que: a) el pensamiento políticamente correcto es la muerte del pensamiento, b) ¡hay que ver cuantos funcionarios tiene la ONU! c)¡y todos deben estar en Barcelona!

Como suele ocurrir cuando se busca el consenso en temas cruciales –que se definen precisamente por la imposibilidad del mismo-, el documento resultante de conclusiones es un compendio de tópicos y lugares comunes. Leyéndolo pasábamos la mañana de hoy, con una tranquilidad de espíritu i mente cercana a la necedad.

Y en esto llegó Joan Clos, alcalde de Barcelona. Recojo sus palabras en La Vanguardia:

“normalmente nos encontramos con que la derecha se beneficia económicamente y políticamente de la inmigración (...), políticamente porque con unas políticas normalmente de ley y orden la derecha consigue réditos electorales en las clases populares” Según el alcalde, la reversión de este proceso a favor de la izquierda no será posible en tanto “no se vayan acortando los plazos desde la acogida de los inmigrantes hasta que se les otorga el derecho al voto”.

Respecto al primer argumento (la derecha se beneficia del voto del miedo) quizás, antes de lamentarse por sus efectos electorales, sería conveniente una reflexión sobre porqué las clases populares responden a ese argumento, de manera que el mecanismo de la democracia cumpliera su función: indicar a los representantes políticos los asuntos que son cruciales para los ciudadanos. Y es que, como puede certificar cualquiera que viva en alguno de los barrios con más presencia de población inmigrante, hay una creciente competencia entre los inmigrantes y las clases populares por unos servicios públicos -de los cuales son habituales usuarios- que son escasos y que no pueden crecer sino a costa de una mayor presión fiscal que ningún partido parece dispuesto a asumir. El Estado del Bienestar como mecanismo de solidaridad coercitivo no se percibe como universal. Mientras exista el simulacro de que hay un pastel a repartir –un pastel cada vez más pequeño- más allá de aquello que logramos con nuestro esfuerzo personal persistirá la sensación de que otros se están aprovechando de unos beneficios que sólo a nosotros nos pertenecen. Efectivamente, nuestros políticos tienen un problema.

¿La solución? otorgar el voto a los inmigrantes. No estoy en contra en absoluto, aunque dudo que ello solucione lo que le preocupa a nuestro alcalde. En todo caso enconaría más la confrontación al obligar a los políticos a ofrecer incentivos al nuevo electorado, ya que el conflicto es real y no un producto de políticos insolidarios –aunque sea cierto que algunos hacen una utilización perversa del mismo. Pero lo importante, nos dice Clos, es que la izquierda conseguiría nuevos votantes. De acuerdo…pero, un momento, ¿estamos seguros de que los inmigrantes, de poder votar, votarían a una izquierda pro-inmigración? Incluso creo que en esto el alcalde se equivoca. La competencia por los recursos escasos no sólo funciona entre autóctonos e inmigrantes, sino también entre los inmigrantes recién llegados y los ya establecidos que desean el derecho a la indiferencia que el actual debate social, producto de la masiva llegada de extranjeros, dificulta. No hay descanso para Clos.