viernes, 6 de noviembre de 2009

El orden es cosa de dos




El estado nos vigila por nuestro bien; hace ya mucho tiempo que el “interés general” confunde la salvaguarda de los intereses del poder y de los individuos, al menos de los que conformamos el cuerpo electoral. Fichar a ciudadanos cuyo único “delito” es manifestarse en prevención de hipotéticos atentados es marcar una traza sobre la biografía de las personas, una ventaja que es una trampa. ¿la seguridad nunca puede ser preventiva? Si. Los muy molestos controles implantados en los aeropuertos a raíz de los atentados del once de septiembre se justifican en términos de seguridad de los demás…pero sobretodo de los individuos que suben al avión. No controla a la persona, sino al viajero puntual; la traza acaba cuando se llega al lugar del destino.


Al otro lado también hay responsabilidades. ¿Cuales son los límites de la desobediencia civil? Nuestra ética individualista nos puede llevar a cuestionar una norma cuando ésta es contraria a nuestra idea del bien, aunque la institución que la sanciona sea legítima (democrática). Si este es el caso nuestra desobediencia debe ser digna (éticamente) y efectiva (políticamente): digna, en tanto debemos estar dispuestos a aceptar las consecuencias que la sociedad democrática impone a los que inflingen una ley, sin ventajismos y efectiva, en tanto sólo el ejemplo socrático servirá a nuestro propósito: no rehuir la justicia, sino cambiar una norma que entendemos injusta mediante la persuasión de la opinión pública respecto a la misma. Así, el buen desobediente, digno y efectivo, deberá arriesgar más que castigar, es decir, en su protesta se pondrá en peligro él antes que a cualquier otro, sus medios no caerán en contradicción con sus fines (no matará a médicos abortistas para defender el derecho a la vida) y deberá pensar más en estrategias sutiles que sumen a los tibios a su causa que en aquellas estridentes que sólo refuerzan a los ya convencidos.