jueves, 13 de septiembre de 2018

Prejuicios


¿Se siente usted culpable de tener prejuicios? Pues no debería, pues esos prejuicios son lo que le permiten funcionar cuando falta un conocimiento perfecto y se debe actuar. Y usted sabe perfectamente que siempre falta ese conocimiento cuando se le necesita. Tampoco debería agobiarse por ello: no es un problema de usted, sino de la naturaleza humana. El prejuicio no es elegante, a nadie le gusta que le encasillen por el colectivo con el cual le identifican, pero es inevitable cuando el miedo impulsa a la acción y te hace cambiar de acera en una noche oscura.

El racionalismo exacerbado del progresismo que tanto prestigio ha alcanzado en nuestro tiempo desdeña la costumbre que da origen a los prejuicios. Para ese racionalismo es un fetichismo a superar, aunque no menos ilusoria sea su aspiración a actuar siempre bajo un conocimiento completo, cuando lo único seguro que tenemos a la hora de tomar decisiones es la incertidumbre. Tampoco es que desdeñe todo prejuicio: combate aquel que tiene que ver con la diversidad no escogida (sexo, etnia, etc.) pero promociona el que tiene su origen en la voluntad de las personas, como el ideológico: un negro no puede ser blanco aunque lo quiera, y lo apoyamos, pero hay que ser muy perverso para ser voluntariamente de derechas pudiendo ser de izquierdas.

Los prejuicios, cuando vienen de la costumbre y no son una creación interesada de la cual se pueda conocer su origen, suelen responder a una verdad probabilística: si usted selecciona a un número X de individuos de un colectivo concreto habrá una mayor proporción que actúen según la pauta de comportamiento que se les suele atribuir que en el grupo de control.

Y sin embargo, para juzgar moralmente nuestra actuación lo relevante no es la norma, sino la posibilidad de la excepción. Nadie puede exigirle que luche contra sus prejuicios, porque sería pedirle que se despojara de una manera, aún imperfecta, de conocimiento. Ser más ignorante no es una opción inteligente. Pero sí puede ser mejor persona –incluso si es usted de derechas- si es capaz de poner en suspenso sus prejuicios cuando se enfrenta con un individuo concreto y no con la categoría abstracta. Será su contribución a todas esas personas excepcionales que luchan heroicamente contra su fatalidad estadística.