Ada Colau me obliga a vender mi
preciosa moto, demasiado vieja para esta ciudad. Me consuela saber
que este gesto mío salvará la vida de millones de personas que ya
no morirán por efecto de la polución...o no. ¿Compensarán los
hipotéticos beneficios sociales los reales sacrificios individuales?
Tanto da. Como tantas otras medidas bienintencionadas de la
administración, ningún político pagará por los gastos de aquellos
que deberán cambiarse de vehículo si el tiempo demuestra que sus
objetivos o cuartadas no respondían a la realidad.
Medidas como éstas son coherentes con
la izquierda, que antepone lo colectivo a lo individual, pero es, a
la vez, sintomático de cómo ha cambiado. ¿No se plantea que esa
medida perjudicará a sus votantes, a esos de “abajo” que no
pueden permitirse cambiar su diésel de más de 15 años por un
híbrido? Quizás ya no sea necesario porque su base electoral ha
mutado y ya no son obreros, sino funcionarios los destinatarios de su
mensaje. Los primeros sufren la realidad, los segundos la viven a
resguardo del estado y por ello están tentados a pensar que basta
con gestionar la sociedad como gestionan su organización para
que su bienestar llegue a todos.
Si detrás de todo político hay un
ingeniero social, la nueva izquierda de los ayuntamientos del cambio
lleva al paroxismo la creencia del “querer es poder”. En
Barcelona hemos pasado de una izquierda socialista, frívola pero
inteligente, que sabía que la realidad existe y que hay que saber
gestionarla, a una izquierda que cree que la realidad no existe más
allá de su voluntad. La primera sabía que toda ciudad turística es
cara, pero que la riqueza de la urbe-escaparate podía llegar a una
población que viviría con altos niveles de vida en sus ciudades
periféricas. La segunda solo sabe responder a las externalidades de
la riqueza...reivindicando la pobreza. La involución de la nueva
política se manifiesta en la sustitución del economista por el
politólogo; del gestor por el propagandista. ¿Ha valido la pena
sacrificar una clase política corrupta por otra infantil?...sería
la primera vez que unos ideólogos que promueven un mayor peso del
estado sobre la sociedad no generan una mayor corrupción. Hemos dado
el poder a los niños que acabarán por tirar al adulto con el agua
sucia.