lunes, 1 de noviembre de 2004

La intelligentsia de plomo


Francia abre la vía a la entrega de antiguos terroristas italianos
Después de unas semanas de vacaciones post-tales he vuelto a mi habitual lectura de los diarios a la búsqueda de estímulos suficientemente sugestivos para poner en marcha mi mente tristemente reactiva. Huyendo de la extraordinaria cobertura de las elecciones americanas encuentro esta noticia en La Vanguardia, según la cual el gobierno francés ha decidido extraditar a Cesare Battisti, condenado a cadena perpetua en Italia por los asesinatos cometidos como militante del grupo Proletarios Armados por el Comunismo, en los llamados "años de plomo". La extradición de Battisti, refugiado en Francia desde 1990 y autor de novelas policíacas, ha movilizado en su contra a importantes sectores políticos e intelectuales de la izquierda francesa que han visto en la actuación de un gobierno democrático (que actúa a instancias de otro gobierno democrático) un ataque a la clase intelectual. Una reacción que no es nueva en Francia, un país que gracias a la doctrina Mitterrand se convirtió en santuario de los activistas del terrorismo italiano.
Como voy algo justo de fuerzas y como siempre es justo callar cuando los maestros han hablado más y mejor sobre un tema, me permito fusilar/homenajear a el maestro Jean-François Revel, el cual en su ya clásico "El conocimiento inútil" desnuda la arbitrariedad que cierta clase intelectual destila cuando se le plantea la asunción de sus responsabilidades sociales. Explica Revel:
el terrorismo, por otra parte, se convierte, a sus ojos, en altamente bienhechor cuando es un intelectual quien toma la iniciativa del mismo, elabora su teoría e incita a los demás. Esto pudo comprobarse cuando […] la comunidad científica francesa protestó contra la detención, en 1987, de un biólogo italiano, el doctor Gianfranco Pancino, presunto antiguo dirigente del movimiento terrorista Autonomía Obrera. Perseguido, bajo diversos cargos, con 42 órdenes de detención emitidas por las autoridades judiciales italianas, de 1980 a 1983, Pancino, había huido a Francia en 1982. 317 hombres de ciencia y médicos firmaron una petición para que fuera devuelto “a sus actividades científicas”. “Había empezado una nueva vida en Francia –explica uno de sus colegas- y este encarcelamiento injustificado rompe, al mismo tiempo, su vida personal y su vida intelectual. Nosotros no nos pronunciamos sobre el fondo del asunto, pero deseamos que sea liberado y pueda volver a trabajar aquí. Es preciso que sea liberado”.
Respecto a este caso Revel reflexiona del siguiente modo: “Observemos que los defensores de Pancino declaran que no se pronuncian sobre el fondo del asunto. Esto equivale a plantear el principio de que incluso si es culpable, hipótesis que prudentemente no descartan, Pancino no debe comparecer ante la justicia de su país. Cuando se trata de un intelectual, por consiguiente, la cuestión de la culpabilidad o la inocencia no debe ser planteada. Sea lo que fuera lo que haya hecho el intelectual no puede ser obligado a comparecer ante un tribunal, ni siquiera para ser absuelto.[…] Yo no sé si los intelectuales se dan cuenta del daño que se hacen a sí mismo al formular tales pretensiones. ¿Qué crédito moral les queda para luchar a favor de los derechos del hombre y gritar contra el fascismo en todas las esquinas, cuando reclaman tranquilamente, por otra parte, a favor suyo […]el derecho al asesinato, o a la incitación al asesinato para un biólogo? Derechos que, afortunadamente, no tienen ni siquiera los elegidos del pueblo, a los que se retira, en ese caso, la inmunidad parlamentaria. Yo también deploro que un investigador de valía se encuentre en la cárcel. Pero aún deploro más la razón por la cual está en ella. Porque no está encarcelado por investigador ni por ninguna obtusa burocracia policial. Es sospechoso de haber participado en una violenta trama contra la democracia y, en su condición de hombre de pensamiento y de reflexión, no ha adoptado esa opción por ignorancia o candidez. Por el contrario, es uno de los que ha influido en los ignorantes y los cándidos. A menos de modificar el código penal autorizando a los intelectuales en general a practicar o recomendar el asesinato, parece inicuo reservar únicamente a los trabajadores manuales las penas previstas para los atentados terroristas.”

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